El
arquitecto Enrique Guzmán, arquitecto que hace 20 años diseñó la maqueta
de la ciudadela de Machupicchu expuesta en el museo de la Nación, quedo desde
entonces fascinado con la forma perfecta y armoniosa en la que esta ciudad
de piedra se adhería a las rocas de la cordillera del Vilcabamba. Guzmán
plantea que la ciudadela tiene la forma de un ave, ha realizado un estudio arquitectónico
durante los últimos años, revisando documentos, textos de historia,
memorizado planos y, sobre todo, analizado la ocupación urbana. La
investigación concluye en que el perímetro original de la ciudadela tenía la
forma de un ave y que esta parecía volar con dirección al cerro Uña Wayna
Picchu (Cerro cría).
Todas
las ciudades se construyen con una orientación y en el caso de Machupicchu se
construyó con dirección al Uña Huayna Picchu”. Pero el arquitecto menciona una
interpretación distinta del origen toponímico de la
ciudad. Según él,
Machupicchu no significaría ‘montaña vieja’, sino ‘pájaro viejo’. Dice que la
palabra ‘picchu’ vendría del quechua ‘pichiu’, “que significa –cita el el texto
“Gramática y arte de la lengua general del Perú”, de Fray Diego González
Holguín de 1607– pájaro o ave.
Si
bien las montañas sagradas de la ciudadela son el Wayna Picchu, Machu Picchu y
Putucusi, según Guzmán el Uña Wayna Picchu es también importante. "La
disposición de las estructuras, calles y plazas vistas en forma global se
dirigen hacia este cerro", explica. Y va más allá: "En la cosmovisión
inca existen apus mayores y apus menores, y entre ellos conversan. Por eso, que
la ciudad mira al Uña Huayna Picchu, porque este se encuentra en la misma línea
que el Salcantay, el apu mayor".
El
investigador estadounidense Johan Reinhard. Él sostiene que Machupicchu se
encuentra exactamente al sur del nevado Salcantay, aunque es imposible verlo
desde la misma ciudadela. Tanto Reinhard como Guzmán creen que los cerros que
rodean la ciudadela, incluido el Uña Huayna Picchu, ‘conversan’ con el apu
Salcantay.
Pero
la hipótesis de Guzmán no convence a Fernando Astete, jefe del parque
arqueológico de Machupicchu. “La orientación tradicional de las ciudades
andinas son de este a oeste. La salida del sol determina la orientación de sus
construcción, y el Uña Huayna Picchu se encuentra hacia el norte. Lo que
nosotros proponemos es que la ciudad está construida para mirar la salida del
sol, hacia el este, eso sucede con el Intihuatana y el Templo de las Tres
Ventanas”.
Astete dice que se han hecho varias
interpretaciones sobre la forma que tiene la ciudad, pero “que falta investigar
más”. Una opinión similar tuvo el historiador José Tamayo Herrera: “Hace mucho
que los investigadores le quieren dar formas distintas a las ciudades
construidas por los incas, pero yo creo que todo es solo más imaginación». Como
bien señala el historiador, la única ciudad que tenía forma de animal –y así lo
registran los cronistas– es el Cusco, que tendría forma de un puma. UN PUMA AGAZAPADO
En
el caso de Machupicchu, no es la primera vez que los investigadores han
intentado hallar la forma original que tenía la
ciudadela. Sus formas
han causado siempre la curiosidad de arqueólogos e historiadores. Fernando y
Edgard Solorrieta señalaron hace años que la ciudad sagrada tenía la forma de
un cóndor con las alas abiertas. Sin embargo, la interpretación era bastante
forzada porque implicaba darle dos vueltas a la imagen. “Ellos, al hacer sus
dibujos, eliminan y añaden estructuras y los giran sin considerar su volumetría
real”, precisa el arquitecto.
La
tesis de Guzmán postula, además, que a otras ciudades –como parte de su
cosmovisión– los incas también habrían querido darles forma de animales.
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